Durante el día, en San Antonio y Ureña les quitan la luz por tres horas, el agua no llega y el servicio de recolección de aseo pasa cada 20 días.
A los viajeros “nosotros no tenemos que ofrecer”, quienes están trabajando lo hacen con inventarios viejos porque necesitan financiamiento, que les apalanquen sus empresas. Los impuestos están totalmente inflados. Los servicios, que no sirven, llegan caros entre $30.000 y $300.000.
A muchos, para mantenerse les toca recurrir a plantas eléctricas o carros cisternas que puedan abastecer sus negocios con agua. Y eso, deben observar que sea agua potable, sacada de la tubería regional, pues si sale de un pozo no es garantizada que puedan consumirla.
Los servicios no solo han perjudicado a las familias en su diario vivir, sino también a las escuelas. Los niños solo ven dos días de clase a la semana, pues los docentes no pueden garantizar que la institución tenga todos los servicios.
El servicio de salud en ambos municipios también se ve afectado por la irregularidad de los servicios públicos. El centro de salud de San Antonio, que todavía conserva una ambulancia antigua y una fachada deteriora, no logra cumplir con las necesidades básicas de los residentes. Todos los insumos deben buscarlos en Cúcuta y si es de gravedad, hasta allá deben trasladar a sus pacientes.