Vendiendo dulces en los semáforos, lavando vehículos, ayudando a cargar las bolsas de mercado, trabajando en textiles o ejerciendo labores domésticas. Esas son las principales actividades que realizan algunos niños migrantes venezolanos en Colombia para ganar un poco de dinero y subsistir. Sin saberlo, ellos pierden sus derechos fundamentales: el derecho a estudiar, a comer, a tener una vivienda digna e incluso uno muy importante para ellos, el derecho a jugar. Bien sea por ausencia de sus padres o por querer ayudar a la familia, estos niños se entregan al sol y al asfalto. De acuerdo con el Bienestar Familiar, actualmente están abiertos 98 casos de protección de niños migrantes relacionados con trabajo infantil. La mayoría son respecto de niños entre 6 y 11 años (50), por encima de los creados respecto de niños entre 12 y 17 (44). Incluso, hay 4 casos de niños trabajadores menores de 5 años. Para la psicóloga Paola Díaz, las etapas de desarrollo de los seres humanos están limitadas por condiciones psicobiológicas, por lo que un niño no está preparado para asumir un trabajo o decidir si debe o no ayudar a su familia a obtener mayores ingresos. A eso se le suma el impacto que tienen en estos niños la violencia o, en muchos casos, el abandono.