El aeropuerto Adolfo Suárez-Barajas de Madrid se ha convertido en el hogar improvisado de cientos de personas que, sin otra alternativa, encuentran refugio entre sus terminales. Muchos de ellos son migrantes que llegaron a España en busca de oportunidades, pero la falta de empleo y vivienda los ha llevado a una situación de extrema precariedad.
Con mantas, sacos de dormir e incluso cartones, estas personas ocupan los pasillos cercanos a los mostradores de equipaje hasta que, en plena madrugada, el personal de limpieza les obliga a desalojar. A la espera de una solución por parte de las autoridades, viven con la constante incertidumbre de un posible desalojo definitivo.
La situación que se vive en Barajas no es un caso aislado. En Barcelona, cerca de 200 personas sin hogar fueron expulsadas del aeropuerto del Prat en vísperas del Mobile World Congress, una de las ferias tecnológicas más importantes del mundo. La medida fue duramente criticada por organizaciones defensoras de derechos humanos.
Mientras las administraciones españolas debaten sobre posibles soluciones, cientos de personas continúan viviendo en los aeropuertos, sin certezas sobre su futuro y con la esperanza de que, en algún momento, sus circunstancias cambien para mejor.