Una chica decidió vender su celular a un joven y, quizás por descuido o desconocimiento, no borró toda la información que tenía en su equipo. El joven receptor logró acceder a los datos y comenzó a extorsionarla con mostrar fotos de su cuerpo si no le pagaba 200 $.
Una abogada fue amenazada por su ex amante con revelar contenido delicado de su relación fugaz a su esposo, si decidía dar por terminada la relación.
Son dos historias breves que cita el doctor David Camacho Tremont, abogado penalista y profesor de la Universidad Santa María, para contextualizar o ejemplificar casos de sextorsión, un delito que no está tipificado como tal y que, sin embargo, suele ser más común de lo que imaginamos.
Sucede que muchas de las veces, las víctimas prefieren callar antes que ser expuestas, pues temen ser señaladas o ridiculizadas.
La sextorsión está muy vinculada a la violencia basada en género. Afecta a niñas, niños y adultos en situación de vulnerabilidad, como migrantes indocumentados en las fronteras.
Como se menciona en el estudio, es una forma de corrupción silenciosa.
Lo que distingue a la sextorsión de otros tipos de conductas sexuales abusivas (violencia sexual), según la Asociación Internacional de Mujeres Juezas, es que tiene dos componentes uno sexual y otro de corrupción. “La relación que no incluya ambos componentes no es sextorsión”, aclara la organización.