La migración es un fenómeno global que exige respuestas integrales que aborden las necesidades de las personas migrantes y refugiadas, tanto en materia de derechos humanos como de desarrollo económico.
La educación emerge como un elemento fundamental en este escenario, no solo como un derecho fundamental, sino también como una herramienta para la integración social y económica de esta población.
Dos estudios recientes, realizados por organismos internacionales, revelan el potencial de la migración para el desarrollo de los países de destino.
Los migrantes y refugiados cubren vacíos en el mercado laboral, impulsan la demanda de bienes y servicios y elevan el Producto Interno Bruto (PIB).
A pesar de su alto nivel educativo y experiencia laboral, los migrantes venezolanos se enfrentan a la sobrecalificación y al subempleo en el sector informal.
La falta de homologación de títulos académicos limita sus oportunidades de acceder a puestos de trabajo acordes a sus competencias.
Esta situación afecta especialmente a las niñas y mujeres, quienes también se enfrentan a una brecha de género en el mercado laboral.
La educación también influye en las decisiones de migrar, impulsando la búsqueda de una vida mejor. La educación debe ser un pilar fundamental en las políticas migratorias integrales.