Rostros cansados, pieles quemadas por la acción del sol y pies llenos de burbujas y úlceras, es solo una muestra de lo que a diario padecen quienes decidieron emprender camino a pie desde sus hogares hasta Colombia. Cientos de kilómetros han dejado huellas no solo en sus cuerpos, sino en sus almas. Las evidencias de que el viaje ha sido duro para todos, sin excepción, están a flor de piel. En grupos de diez, doce y hasta quince personas caminan a la orilla de la carretera que conecta a San Cristóbal con los municipios fronterizos del estado. Con lo poco que puede caber en un bolso, acompañados o solos, emprendieron el camino. Unos con cuatro días en carretera, mientras que otros, oriundos del oriente del país, ya llevaban una semana de travesía. Con rostros curtidos producto de la arenilla que se espolvorea por el camino, quizás cansados y agotados por el camino cuentan que la falta de oportunidades en sus regiones fue lo que los obligó a tomar la decisión de emprender por primera vez ?para unos- o retornar para otros, la vida en tierras extranjeras.