Ha pasado un quinquenio de cierres intermitentes en las fronteras entre Colombia y Venezuela. Es complejo entender la ausencia de acciones frente a una situación que se ha deteriorado de manera dramática y sistemática. El diagnóstico es claro así como las posibles soluciones a implementar para dar respuesta a la ya inmanejable situación de crisis. Desde el punto de vista puramente económico, era fácil observar el profundo deterioro en la economía venezolana, cuyo producto interno bruto total y per-cápita, cayeron durante estos años en un 58,2% y 55,8%, respectivamente, así como el comercio total (-61,1%), las importaciones (-75,3%) y las exportaciones (-49,7%), sumado a la reducción en las reservas internacionales (-59,5%) y el aumento en el endeudamiento externo. La mayor brecha que se presentó solamente puede ser explicada por los desencuentros políticos entre los gobiernos de los dos países y su corolario en el cierre de las fronteras terrestres, especialmente entre Táchira y el Norte de Santander, lo cual agravó la ya de por sí difícil situación económica, social, productiva y de seguridad existentes.