Cira y María son mujeres indígenas, una dupla de términos con la que se identifican en Venezuela miles de artesanas como ellas, pero también abogadas, políticas y trabajadoras de diversa índole que, con su esfuerzo, buscan hacerse visibles como colectivo que aúna etnia y género. El mercado San Sebastián, ubicado en Maracaibo, es una representación física de las conquistas de las mujeres indígenas, que van más allá de lo tangible. El espacio está dominado por ellas, algunas de las cuales son cabeza de familia, estudiantes universitarias o empresarias. Ahora, cuando Venezuela muestra sus primeros signos de recuperación económica, las mujeres indígenas emergen también desde múltiples frentes de lucha para recordar las deudas pendientes con este colectivo y los males que les afectan particularmente. Agrupadas en organizaciones no gubernamentales o investidas como autoridades, ellas se van haciendo comunes en el imaginario colectivo de un país que las relegó durante décadas y en el que ahora sus reclamos forman parte de la agenda, lo que no quiere decir que todo esté resuelto. El motivo de celebración es precisamente esa multiplicación de representantes de un mismo colectivo que va más allá de una ministra o reina de belleza indígena, y que se asienta en una masa sólida de mujeres que cada día, en sus respectivas trincheras, suma un aporte a la lucha compartida.