William Gómez, analista en temas de frontera, recuerda que en su gestión como alcalde del municipio Bolívar llegaron a calcular 27 mil migrantes internos, conformados por 9 mil familias de tres integrantes. Estima que, en la actualidad, quedan unas 1.500 familias; es decir, 4.500 ciudadanos.
Puntualizó que estos grupos comenzaron a llegar en el último trimestre de 2017. Ya para 2018 y 2019 aumentó drásticamente su arribo y fueron tomando espacios de trabajo en trochas, en el terminal de pasajeros y en los puentes. «En 2020, con la pandemia, muchos se fueron, y con la reapertura de frontera otro gran grupo terminó por irse», recalcó Gómez.
Jairo un migrante interno, rememora que los momentos más rudos los pasaron en pandemia. «Todo se paralizó y nosotros tuvimos días en los que no había nada para comer. Mi esposa y yo decidimos aguantar la pela y acá seguimos. No nos hemos ido», soltó con la esperanza de ver algún día esa frontera que no ha conocido aún: la más viva de América Latina.
Gómez subrayó que en la época de gran presencia de migrantes internos, muchos locales desocupados fueron acondicionados para que estas personas los usaran como dormitorio y baño.
La reapertura hizo que un gran porcentaje se despidiera de una zona donde por más de siete años primó la economía informal, y ellos fueron los protagonistas de esos nichos que han ido desapareciendo.