En la frontera que une a Táchira con Norte de Santander, se encuentran los llamados puentes no formales o puentes improvisados, estructuras rudimentarias construidas en las trochas más transitadas.
Estos puentes, hechos de madera y otros materiales, representan una conexión vital entre comunidades separadas por el río Táchira, pero también encarnan riesgos y desafíos para quienes los atraviesan.
Los puentes no formales son elementos clave en las trochas más conocidas de la frontera, como Las Pampas, La Platanera y La Siete. A lo largo de más de siete años, han sido utilizados por miles de personas como una vía para cruzar la frontera de manera más directa.
Con la reapertura de los puentes formales, las trochas han vuelto a un estado de relativa quietud, aunque siguen siendo utilizadas por migrantes indocumentados y contrabandistas. Estas áreas fronterizas son difíciles de controlar completamente, lo que genera preocupaciones en términos de seguridad y legalidad.
La existencia de puentes no formales en la frontera Táchira-Norte de Santander destaca la necesidad de mejorar la infraestructura y los servicios en las zonas fronterizas para garantizar una migración segura y legal. Se requiere una mayor coordinación entre los gobiernos locales y nacionales para abordar los riesgos asociados con estas estructuras improvisadas y encontrar soluciones sostenibles que protejan los derechos y la seguridad de quienes cruzan la frontera.