Normalmente se establece como hito en los estudios de la diáspora el año 20031, año en el que fueron despedidos unos 20 mil trabajadores de la industria petrolera, hecho que coincidió con un impulso en esta actividad en la República de Colombia, y bueno, las cartas estaban echadas: profesionales, técnicos y personal administrativo fueron captados rápidamente por empresas sedientas de experiencia y la industria petrolera venezolana eso tenía, y de sobra. El migrante venezolano tiene características muy particulares; por ejemplo, en buena medida, el nivel reportado de educación es muy alto y, sin embargo, el foco de empleo en el exterior no es pequeño, más bien apunta a ser amplio y se emplean como profesionales de sus áreas (en caso de llevar consigo la documentación necesaria, uno de los principios de migración segura), personal de apoyo en actividades de servicio como, por ejemplo, ser acompañantes de personas enfermas, conductores, delivery, obreros de la construcción, etcétera. También debe destacarse la efectiva colocación de venezolanos en puestos claves como, por ejemplo, prestigiosas universidades, cargos técnicos profesionales en instituciones reconocidas, empresas privadas de renombre, bancos centrales, institutos nacionales de estadística en Suramérica, artistas de gran calado, deportistas, especialistas de la salud, entre otros.