Hace apenas un mes, cientos de nortesantandereanos participaron de forma masiva en la caravana por la paz que terminó con una gran concentración en Tibú, desde donde fue enviado un mensaje de reconciliación y se exigió no solo el fin de la confrontación, sino que se mantuvieran los diálogos con las diferentes organizaciones armadas que hacen presencia en el territorio. Hoy, ese mismo municipio que acogió el anhelo de paz vuelve a quedar sumido en la zozobra, el miedo y la incertidumbre.
La lapidaria frase con la que el martes en la noche el presidente de la República, Gustavo Petro, sentenció la suerte del proceso de paz con la guerrilla del Eln, tras el ataque con cilindros bomba a una base militar en Arauca, y la posterior confirmación por parte de la delegación gubernamental sobre la suspensión de los diálogos, hace temer en este departamento que las peores épocas de la violencia pueden regresar.
“La situación para el departamento es muy delicada. Aquí lo que se va a generar es una escalada de violencia que lo que va a dejar es, como en el pasado, dolor y muchas heridas”, admitió Enrique Pertuz, presidente del comité ejecutivo del Consejo Departamental de Paz de Norte de Santander.