Un aumento en los homicidios, el desplazamiento, en julio pasado, de 450 personas de la zona rural e inéditos patrullajes ilegales en barrios de los extramuros denunciados por líderes y una organización de Derechos Humanos, dan cuenta de la crisis de violencia que padece hoy Cúcuta. Expertos y personas en terreno coinciden en que la razón es un coletazo del conflicto que en la frontera libran desde finales del año pasado la guerrilla del ELN y la banda criminal Los Rastrojos. La teoría es que el ELN -que domina en la subregión del Catatumbo, que colinda con Cúcuta- tiene tan azotada a esa bacrim, que la ha obligado a replegarse hacia zonas periféricas de la capital nortesantandereana. Allí, Los Rastrojos ya tenían influencia a través de enlaces, como pandillas y bandas más pequeñas, que manejan sus expendios de droga; pero ahora estarían haciendo presencia directa y buscando control territorial, incluyendo no sólo áreas rurales, sino también urbanas.