Salir de sus territorios ancestrales no ha sido garantía para mejorar la calidad de vida de las poblaciones indígenas de Venezuela. Primero fue la crisis humanitaria compleja, la aplicación y explotación del Arco Minero, además de la violencia política en contra de sus líderes la que los obligó a abandonar espacios donde vivieron desde siempre. Tras la forzada emigración, ahora el avance del Covid-19 en Latinoamérica también los ha convertido en la población más vulnerable y expuesta al contagio en la región amazónica. La pandemia está cerca de generar cuatrocientas mil víctimas en el mundo. Sendos informes publicados por la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), alertan que muchas comunidades indígenas desplazadas están ahora peligrosamente expuestas y en situación de riesgo. Es un deterioro que se vive con fuerza en las poblaciones amazónicas, producto de la sistemática exclusión de sus derechos a los bienes y servicios necesarios para una vida digna.