Desde el puente internacional Simón Bolívar, el más empleado por visitantes que arriban a la frontera, se divisa el vasto mundo de las trochas. Árboles y espesa maleza impiden divisar, desde ese punto, el movimiento de personas que aún se registra por esos caminos verdes.
Las Pampas y La Platanera son los pasos irregulares más usados. El tránsito por estas zonas bajó raudamente una vez se restableció la circulación por los puentes formales. Sin embargo, los grupos de migrantes mencionados usan las trochas para escabullirse de la revisión de los documentos de autoridades, al momento de cruzar frontera.
De 10 a 20 dólares cobran los llamados «guías» para acompañarlos en el trayecto y dejarlos en La Parada, territorio colombiano. En algunas ocasiones, los ciudadanos son víctimas de «engaños» para que tomen los pasos no formales y no usen los puentes.
Desde Llano de Jorge y hasta La Mulata se contabilizan cerca de 40 caminos verdes, reflejando lo permeable que es la frontera. Al día, más de 100 personas, en condición de migrantes, pasan por las trochas más populares.
Aunque el recorrido puede durar de 15 a 20 minutos, dependiendo de la ruta que escojan, significa un gran riego para quien lo tome, por la presencia de grupos al margen de la ley y la alta posibilidad de ser víctimas de grupos de trata de personas.