El estado Táchira debe ser, ahora mismo, una de las zonas fronterizas más peligrosas del mundo. El que una sección de su territorio colinde con una parte de la franja oeste de Colombia, lejos de constituir la ventaja histórica, es un peligro de inocultables magnitudes. En los últimos veinte años, esa compleja realidad, la de una frontera de constantes intercambios, ha sido totalmente destruida. Las múltiples ventajas que ofrecía a los tachirenses han sido arrasadas por Chávez y Maduro. Y lo han sido porque su territorio, sus bienes y sus habitantes han sido entregados a la voracidad destructiva de las bandas armadas que son constitutivas de su poder.