Con el cierre oficial de la frontera colombo venezolana para evitar la propagación de la COVID-19, el paso por trochas es aun más riesgoso: “Al que agarran va preso. A uno le da miedo, porque hay policías y grupos irregulares. Uno necesita trabajar pero expone su vida al pasar por trochas” cuenta Cristina. Ella es una de las centenas de mujeres que viven en Venezuela pero trabajan en Colombia y arriesgan su salud y su vida a diario. Pareciera que la necesidad de obtener ingresos económicos para mantener a sus familias es, también, una cuestión de vida o muerte. Cristina forma parte de la llamada migración pendular entre Venezuela y Colombia que suma un tráfico promedio diario de 50.000 personas. Es un modo de vida que para algunos y, sobre todo las mujeres que sostienen sus hogares, es difícil de cambiar tan repentinamente como sobrevino la pandemia.