Envueltos en bolsas plásticas y costales. En carretillas o a lomo de hombre. Atravesando ríos. Expuestos al sol, agua, tierra y sudor corporal, así son pasadas diariamente desde Colombia hasta Venezuela grandes cantidades de pollo para desbordar no sólo los mercados populares, también calles, avenidas y barrios de todo el estado Táchira, atrayendo a consumidores que se dejan llevar por el precio y sin percatarse que este producto ya llega contaminado y puede generar graves afecciones a nivel de la salud, siguen aumentando su consumo. Luego de cruzar los pasos ilegales, los propietarios de pechugas, muslos, alas y patas de pollo disponen de cavas, canastas o simplemente del maletero de un vehículo para llevarlo hasta sus lugares de origen, irrespetando completamente la cadena de frío. Ya en este punto el alimento deja de ser apto para el consumo humano, pues en la mayoría de los casos estos “depósitos temporales” carecen de higiene y lo exponen a bacterias.