Quienes crecieron en Venezuela en los últimos 20 años han contactado diariamente con la pérdida. No solo de los servicios básicos sino el adiós a sus tradiciones más arraigadas, al abrazo de mamá y papá, a la parranda entre amigos y, por último, al derecho de disfrutar libremente de su tierra, sus paisajes y riquezas. En este sentido, la psicólogo Misvely Pereira nos cuenta que manejar esta situación resulta más llevadero para los adultos. En cambio, los niños resultan perjudicados en su estabilidad emocional ya sea por abandonar el país o quedar en manos de cuidadores, mientras papá y mamá huyen de la tragedia para garantizar el pan.