En los últimos años, la migración venezolana no ha cesado de inundar las fronteras colombianas y cada semana hay hombres y mujeres que encuentran la muerte en el tránsito, muchas veces asesinados. Allí inician una segunda migración, entre el sufrimiento y la impotencia de sus familiares, el vacío legal y los negocios ilícitos de bandas armadas que controlan el territorio. Los matan en el cruce de un país a otro. Así encuentran la muerte: recién salidos y sin haber llegado. La escena tiene lugar una y otra vez en la frontera de Cúcuta, la más dinámica de las que conectan a Colombia con Venezuela.Los cuerpos aparecen en las trochas, los caminos no oficiales de la frontera donde la responsabilidad de quién se encarga de ellos se vuelve difusa.