Las remesas que envía hoy la diáspora venezolana a sus familiares por fuera de los canales oficiales y a través de agencias virtuales, en su mayoría, son un auténtico salvavidas porque el mar de su vida es hoy una tormenta que nunca se calma. Desaparecida la clase media y aplastada la clase popular, el dinero del exterior funciona de forma muy parecida a los dólares en Cuba, el otro territorio de la “felicidad suprema”: quien tiene pesos convertibles, o dólares, vive mejor, pero quien solo cobra pesos cubanos, o bolívares, sobrevive a duras penas.
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