El sueño americano dejó de ser tan anhelado. La dura travesía desde Venezuela hasta los Estados Unidos, cruzando al menos siete países, ahora les toca hacerla nuevamente, pero de regreso. La migración inversa, como es calificada por los expertos en el tema, para las personas venezolanas es hoy un nuevo drama dentro de uno de los fenómenos de movilidad humana más grande del mundo.
La travesía del tapón del Darién, de la selva de concreto –como califican el recorrido por México los migrantes- y de los caminos en Costa Rica, Guatemala y Panamá se repite.
No solo el recrudecimiento de las políticas migratorias en EE.UU. obligó a los venezolanos a regresarse.
El panorama para la población venezolana en condición de movilidad no termina ahí y no pinta nada fácil.
Las condiciones socio-económicas en Venezuela, la criminalización de la migración venezolana, no solo en los Estados Unidos, sino en muchas regiones de los países de la América Central y de Sur América; los vuelos de deportaciones masivas desde Norteamérica y otras regiones; el congelamiento de políticas de regularización para venezolanos en la regiones del sur del continente; y la paralización de los fondos de la cooperación internacional. Estas son algunas de las aristas y trabas que encuentran estas poblaciones.