La calle del cuero en San Antonio del Táchira luce desvencijada. Todos sus negocios cerraron, excepto uno que se resiste a irse de una zona que representó, por décadas, la vitrina gancho de una frontera pujante, la más viva de Latinoamérica. En una de las decenas de santamarías cerradas se alcanza a leer “industria marroquinera”. El óxido y la pérdida del color en los letreros, hacen que, a primera vista, no se puede apreciar el slogan. A partir de agosto de 2015, el sector marroquinero comenzó a languidecer. Un área bandera de la economía fronteriza fue perdiendo su fuerza al punto de su extinción. La reapertura progresiva, tras más de siete años de cierre, no ha traído cambios para un nicho cuyo principales empresarios, en más del 80%, migraron a los dos Santanderes, en Colombia. “Este sector llegó a tener más de 120 empresas activas, con un aproximado de 1.200 trabajadores”, aseguró la presidenta de la Cámara de Comercio del municipio Bolívar, Isabel Castillo.