Los enfrentamientos a tiros que se generan entre la gran variedad existente de grupos irregulares por el dominio y control de la zona de frontera, sobre todo en los límites de los municipios Bolívar y Pedro María Ureña, con el Norte de Santander, Colombia, no son nuevos. Lo que sí es nuevo, y realmente preocupante, es el hecho de que estas balaceras se hayan incrementado en intensidad, que se originen a cualquier hora del día y en cualquier terreno, ya incluso en áreas más urbanas. Y si a esto se suman las amenazas de muerte a través de panfletos, comunicados y audios por parte de estos criminales hacia sus rivales y hasta contra entes castrenses y policiales, se entendería también el grado de angustia y zozobra en el que vive, desde hace 7 meses, la población fronteriza.