En las profundidades de la selva amazónica, Carauari es un lugar al que se llega después de siete días de navegación. Pero el pánico global causado por la pandemia de coronavirus se ha abierto paso hasta aquí. Las coloridas casas sobre pilotes a lo largo del serpenteante río Yuruá conforman este pequeño municipio del estado brasileño de Amazonas. Sus 29.000 habitantes viven esparcidos en cerca de 26.000 km2 de territorio, principalmente en la orilla occidental del río, un afluente del Amazonas.
Para llegar a Carauari se necesitan tres horas de avión desde Manaos, la capital de Amazonas, o siete días de bote, primero por el Amazonas y luego por el Yuruá. Durante semanas el nuevo coronavirus parecía algo lejano, del que apenas llegaban noticias. Pero el viernes pasado se confirmó el primer caso de COVID-19 en Manaos y el virus que en menos de tres meses se propagó de la ciudad china de Wuhan a Europa y América llegó al corazón de la selva, despertando antiguos traumas en una comunidad con una devastadora historia de enfermedades importadas.