América Latina es la tierra más violenta para las mujeres. En un continente atravesado por la pobreza y la desigualdad, donde la representación paritaria efectiva en los órganos de poder oficiales y corporativos es prácticamente nula, la población femenina sufre unas tasas de violencia inimaginables en otros territorios. La escasa fiabilidad de las contabilizaciones nacionales impide dar cifras exactas sobre esta lacra, pero hay pocas dudas de que deben de estar muy por encima de las 4.000 muertes al año que calculan algunos organismos. Es la punta de lanza de un fenómeno que hunde sus raíces en una discriminación sistemática, tanto laboral como doméstica, y que deriva en una geometría donde el mayor sufrimiento cae siempre del mismo lado.
En este entorno tan hostil, la lucha feminista adquiere un valor superior. El de un movimiento que se enfrenta a obstáculos enormes y cuyos símbolos se cargan, por esa misma dificultad, de un sentido histórico.