En medio del conflicto en la frontera colombovenezolana, la educación de miles de menores es intermitente por el miedo que infunden los grupos armados ilegales: los padres no los dejan ir a estudiar cuando hay ataques y los maestros se están yendo por amenazas. Aunque las familias tratan de empezar de cero en Venezuela, el sonido de las balas y los malos recuerdos no los abandonan.
Según un reporte de Unicef Colombia, además de los 20.000 desplazados, hay unos 11.000 menores confinados en la zona y tienen necesidades urgentes.
Muchos de los que permanecen en sus territorios no han podido volver a estudiar, han empezado a ir intermitentemente a clases o han tenido que continuar sus estudios desde casa, mediante guías y cartillas de autoestudio. La causa es el miedo. Los padres prefieren no enviar a sus hijos al colegio, sobre todo cuando hay enfrentamientos. Otros se quedan sin maestros. A mayo, 141 docentes habían salido por amenazas de los 11 municipios del Catatumbo en Norte de Santander, de acuerdo con datos de la Gobernación.