venezolanos que también llegaron a Cali atraídos por la promesa de la capital de la alegría, la ciudad de la rumba, la ciudad acogedora. Pero la realidad es otra. Durante el primer mes del 2019, y en menos de una semana, las autoridades emprendieron dos desalojos a los improvisados campamentos que levantaron en cercanías de la Terminal de Transporte. Eso los aterrizó en su condición de desarraigo. La calidez inicial con que fueron recibidos hace un poco más de un año se ha ido transformando en evidente rechazo, en una solidaridad perecedera.