Luego de que la cuarentena contra el coronavirus suspendió durante unos meses uno de los mayores movimientos migratorios de los últimos años, los venezolanos vuelven a huir de nuevo de la crisis económica y humanitaria en su país. Aunque el número de personas que se marcha es menor del que lo hacía en el apogeo del éxodo venezolano, funcionarios migratorios colombianos esperan que 200.000 venezolanos ingresen al país en los próximos meses. Los nuevos migrantes se topan con condiciones mucho más adversas que aquellos que se fueron antes de la pandemia. Los albergues siguen cerrados, los conductores son más reticentes a subir a sus vehículos a quienes esperan en la calle y los residentes que temen contagiarse son menos propensos a ayudar con donaciones de comida. Hoy en día, los cruces oficiales por tierra y puentes a Colombia siguen cerrados, lo que obliga a los migrantes a tomar caminos ilegales a lo largo de la porosa frontera de 2.200 kilómetros (1.370 millas) con Venezuela. Esas carreteras de tierra están controladas por violentas bandas de narcotraficantes y organizaciones rebeldes como el Ejército de Liberación Nacional.