La difícil lucha de los habitantes de la frontera venezolana con Colombia se perfila con alarma ante las medidas que ambos gobiernos toman para controlar el Covid-19. Es que la vida en la frontera tiene sus propios códigos, incluso en la de El Amparo venezolano con el Arauca colombiano, que es de menor movimiento que la de San Antonio y Ureña con el Norte de Santander, considerada la frontera más viva de América Latina. En la frontera se convive con una poderosa industria del contrabando, que creció brutalmente en los últimos años, porque a medida que la economía venezolana se deterioraba, la moneda venezolana, el bolívar, perdía su valor ante el peso colombiano. Es así como la desigualdad en el precio de los productos constituye un negocio para cualquier cosa que pase desde territorio venezolano.