En La Parada, Colombia, convergen muchas historias de migrantes venezolanos. Están los que duermen a la intemperie, los informales que instalan sus puestos en aceras y calles, los “lomotaxis”, los “trocheros” y “carretilleros”. También, en la zona, cohabitan quienes, por diversas razones, han visto en la prostitución una forma de sobrevivir. A simple vista, quienes laboran cuando la oscuridad de la noche se mezcla con el cese de la vida comercial, no se distinguen. En el día, están descansando tras una ardua jornada de trabajo, que va desde la puesta del sol, hasta la madrugada. En ese lapso, salen a buscar a sus clientes para obtener los pesos que garantizan la comida en muchos hogares.