En los años sesenta se fortaleció la noción de propiedad y la idea de que tener una vivienda significaba estar, de alguna forma, cerca de la realización personal. Bajo esa idea, millones de venezolanos que salieron de su país, atravesado por una crisis económica y política, decidieron mantener sus casas como el símbolo de un posible retorno y como un recuerdo de su propio sueño americano.