Los desplazamientos forzados, ya sea por una guerra, como es el caso de Ucrania; las catástrofes ambientales, como sucede en zonas de Asia o Centroamérica, o el colapso económico y político de un gobierno, como en Venezuela, representan un doble trauma para las personas con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH). Esta población no solo debe enfrentarse a la angustia de dejar sus hogares, sino que también tiene que hacerle frente a la incertidumbre de cómo continuar con su tratamiento médico. Las condiciones de la movilidad forzada dejan a los migrantes mucho más expuestos al VIH. Para esta población es urgente conocer cómo acceder a los sistemas de salud en los países de acogida y que los gobiernos locales les faciliten el acceso a los tratamientos y medicamentos.