ientras que las medidas para controlar la expansión del coronavirus parecen haber congelado todas las actividades en Colombia, la crisis humanitaria en frontera parece empeorar. Desde que el presidente Iván Duque tomó la decisión de cerrar las fronteras, el pasado 14 de marzo, la situación en Villa del Rosario, en Norte de Santander, parece una bomba con cuenta regresiva. No solo por la epidemia que golpea al mundo, sino por las necesidades básicas insatisfechas, que parecen no dar espacio la una a la otra. En el puente Simón Bolívar, punto del mayor movimiento pendular entre Colombia y Venezuela, la situación de los migrantes que van y vienen es crítica. En este sector, denominado La Parada, el ‘aislamiento social’ tiene connotaciones muy diferentes a las que promueve el gobierno.