Mireya Quintero recuerda muy bien la fecha en la que llegó a frontera. Ella, como muchos otros venezolanos, dejaron el centro del país, específicamente la ciudad de Valencia, en busca de oportunidades.
Cuando llegó a San Antonio del Táchira, la frontera estaba a punto de cumplir tres años cerrada y lo que reinaba en la zona era el trabajo informal. «El grupo de amigos con el que me vine, siguieron su ruta, y me dejaron acá, en San Antonio», sentenció.
Las primeras semanas fueron muy rudas. Las oportunidades en el mercado informal le abrieron camino en el terminal de pasajeros, espacio en el que lleva casi un lustro ejerciendo diversos oficios.
«Me radiqué en la parroquia El Palotal, en la parte alta. Ahí vivo desde hace seis años», enfatizó con la convicción de que desea terminar de echar raíces en la zona.
En el municipio fronterizo Bolívar, durante la gestión del exalcalde y actual analista de frontera, William Gómez, se llegó a calcular 27 mil migrantes internos, conformados por 9 mil familias de tres integrantes. En la actualidad, se estima queden unas 1.500 familias; es decir, 4.500 ciudadanos.