Cúcuta, ciudad fronteriza marcada durante años por la crisis migratoria y los cierres limítrofes con Venezuela, se ha convertido hoy en un laboratorio de emprendimiento binacional. En lo que va del año, 350 nuevas empresas extranjeras se han registrado en la Cámara de Comercio, de las cuales 338 son de capital venezolano, una cifra que evidencia la magnitud de un fenómeno económico y social en expansión.
Lejos de representar solo una estrategia de supervivencia, estos negocios —levantados con creatividad, disciplina y recursos propios— ya han inyectado más de 2,15 billones de pesos a la economía colombiana, generando empleo y transformando el rostro comercial de la capital nortesantandereana.
Detrás de cada registro formal hay historias de reinvención y esfuerzo. Familias que cruzaron el Puente Simón Bolívar con apenas una maleta, trayendo consigo conocimientos adquiridos en su país: panaderos, estilistas, mecánicos, publicistas y pequeños comerciantes que, con ingenio, decidieron emprender desde cero.
Muchos iniciaron en la informalidad, pero con el tiempo dieron el salto hacia la legalidad, abriendo tiendas de barrio, panaderías, salones de belleza y locales gastronómicos que hoy hacen parte del paisaje cotidiano de Cúcuta.
La reapertura de la frontera fue un punto de inflexión. El restablecimiento de rutas y la circulación de mercancías revitalizaron el comercio y reactivaron un corredor económico que ya supera los 560 millones de dólares anuales, según datos de la Cámara de Comercio.