Dos niños venezolanos se acurrucan en el pavimento bajo un sol abrasador mientras un hombre mendiga en su nombre en el sur de Trinidad y Tobago, uno de los muchos casos de menores forzados a una vida de explotación a una edad en la que deberían estar escolarizados.
Traumatizados por la peligrosa travesía marítima desde Tucupita, en Venezuela, hasta Icacos, en el suroeste de Trinidad, algunos de ellos son utilizados y alquilados para mendigar en el país de acogida, ya que sin acceso a la educación formal, se vuelven más vulnerables.
«Aunque la Ley de la Infancia prohíbe usar o permitir que un niño mendigue, vemos a muchos niños en las calles», lamenta en declaraciones a EFE Angie Ramnarine, coordinadora del Grupo de Apoyo a Migrantes de La Romaine (LARMS), que trabaja con familias migrantes desde 2019.
Ramnarine, quien dirige una escuela para niños migrantes en San Fernando, denuncia que «la aplicación de la ley es mínima, por lo que los menores están expuestos al sol o la lluvia, y siguen siendo explotados a plena vista».
La Autoridad de la Infancia de Trinidad y Tobago documentó 60 casos de mendicidad infantil en 2023, 24 de ellos relacionados con migrantes venezolanos, pero Ramnarine asegura que la cifra real es mucho mayor.
Además, algunos migrantes encierran a sus hijos en sus apartamentos mientras van a trabajar: «No tienen otra opción, ya que necesitan trabajar y sus hijos no son aceptados en la escuela», lamenta.