El retorno a Venezuela, después de las 9:00 p.m. por el puente internacional Simón Bolívar, es solo para peatones. A esa hora, tanto las autoridades de Colombia como de Venezuela disponen de vallas metálicas para cerrar el paso formal más usado por la ciudadanía.

A la altura de la DIAN, se encuentran las primeras vallas. Allí dejan un espacio para el paso de los transeúntes. Luego, en toda la entrada del paso formal, Colombia pone otro grupo de obstáculos, dejando el estrecho margen de la acera para que los caminantes sigan su trayecto. De Venezuela a Colombia no dejan pasar, solo la flexibilización es de Colombia a Venezuela.

Al llegar a la mitad del puente, se encuentran otro grupo de vallas. Esas fueron puestas por los funcionarios venezolanos.

La mayoría de los habitantes de Táchira y Norte de Santander insisten en la necesidad de que los puentes estén operativos 24/7. Es una deuda pendiente en una zona aún deprimida económicamente.

Al llegar a la aduana principal de San Antonio del Táchira, está la otra fila de vallas atravesadas en la avenida Venezuela. En fin, lo que reina de noche en el puente Simón Bolívar son vallas, sinónimo de obstáculos y de una frontera que aún no ha recuperado en su totalidad su dinamismo.

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